“Lo miro y no lo puedo creer”. Carlos Tevez la rompe en un televisor y Rodrigo, que todavía es un nene, no entiende casi nada de lo que pasa a su alrededor. Lo único que ve, con certeza, es que ese pibe de camiseta azul y amarilla es el mejor de todos. En algún momento de la tarde de mañana querrá ser él en la canchita del Artesano de Nueva Helvecia, su club de barrio. Aquel Rodrigo de seis años, el chiquito que miraba a Tevez en una pantalla durante la Libertadores del 2003, hoy es la gran promesa de las inferiores de Boca. El propio volante confiesa que le cuesta tomar dimensión de lo que implica darle un pase al Apache. “No me animé a pedirle la camiseta, pero con jugar a su lado es suficiente. Aprendo todo el tiempo”, dice el botija uruguayo en el mediodía cordobés del hotel Sheraton. Ahí anda Bentancur, despertando nuevos sueños televisivos en los futuros cracks.
“Yo disfruto con estos jugadores al lado. Los miraba desde mi casa y hoy los tengo acá. Son fenómenos. Que el Vasco confíe en mí para ser parte de un equipo así me pone muy feliz. Pero también me obliga a estar a la altura”, dice Bentancur, que parece se más viejo que sus recién cumplidos 18 inviernos. El mismo entrenador al que le agradece es el que, ante la consulta de Clarín, no duda: “Rodrigo tiene todo para ser de elite. Tenemos la obligación de ayudarlo en eso”.
