jueves, 6 de agosto de 2015

Un grito de campeón para volver a ser el más grande de América

lora Magalí. Y a su lado llora Noelí. Y también David y Agustín. Los cuatro ríen, cantan, saltan y vibran bajo la lluvia en la Belgrano, bien cerquita de esos jugadores que dan la vuelta olímpica envueltos en un manto rojo y blanco. Valió la pena llegar tan temprano para gozar la fiesta del final. Lloran Ana, Facu y Juan en un palco después de gritar hasta la disfonía los goles de Alario, de Sánchez y de Funes Mori que, al cabo, firmaron la estelar consagración. Y brindan con un champán francés especialmente traído para esta celebración. Lloran Mariano y Esteban en la San Martín abrazados en ese canto de amistad desde que la vida los unió. Y llora Julieta en la Sívori, casi al lado de Los Borrachos y el resto de la barra. Lloran todos de la emoción porque ellos no vieron a River campeón de la Libertadores. No estuvieron en Cali y en el Monumental en el 86 y tampoco en el 96. Por eso, el sabor de la primera vez tiene un gustito a felicidad. River es campeón de América por tercera vez y toda la familia, la que está en la cancha y la que lo vio por televisión, está unida en esa comunión que hoy les regala la tecnología para comunicarse a través de las redes sociales. Unos y otros son un solo grito. Una sola bandera. Un himno, casi... "De la mano del Muñeco, vamo' a Japón...".
 Los hinchas de River festejan la Libertadores en el obelisco

La emoción deja paso a la algarabía en el momento de la premiación. Las casi 70 mil almas que están en la cancha y los millones que lo vieron por televisión, en la Argentina y en el mundo, son un grito único: "Dale campeón!". Las medallas cuelgan en esos cuellos orgullosos. La Copa es alzada por los capitanes del nuevo campeón (Cavenaghi y Barovero). Los papelitos dorados viajan de un lado a otro por ese viento huracanado. Y la lluvia, que fue una bendición, ya ni siquiera les molesta. Los hinchas secan sus gargantas con todos los himnos dedidados a los "primos" que hoy no deben estar pasándola bien. "Si querés dar la vuelta, no te quedes con ganas..." gritan y gritan, mientras en la tribuna aparece una bandera que es todo un símbolo, y también un mensaje irónico e hiriente: "Gracias Panadero".


Los hinchas no se olvidan de nadie en el loco festejo. Tampoco de ese Napoleón que les devolvió la estirpe de grandeza y les selló el pasaporte para que River vuelva a ser River. Ese hombrecito sabio que, con sus ideas y su equipo de trabajo, armó esta verdadera revolución. Esa que le permite a todo el pueblo millonario vivir días de gloria. En cada rincón del planeta se quedan roncos al grito de "Muñeco, Muñeco" que tan bien merecido tiene Marcelo Gallardo...
Las bombas que se arrojaron desde afuera no tapan el grito que pegan los de adentro. River es fiesta y es carnaval. Es orgullo y es grandeza. Es emoción y pasión. Atrás quedaron esos días negros de tanto dolor que lo movilizaron por rincones inéditos para su rica historia. Hoy es la otra cara de la vida. La felicidad ahoga a ese puñado de jugadores que flamean banderas de Japón rodeados por un cordón de seguridad de camperones flúo que hace más nítida la foto del campeón. Y de repente, casi de la nada, surge el nombre bien fuerte de cada uno de los gladiadores que aparecen en el cartel electrónico. Al rato, salen todos disparados a dar la vuelta olímpica con el escenario ya preparado. Y luego se suben al micro para dar la vuelta del sentimiento, de la piel de gallina. La lluvia, otra vez, es una invitada a la fiesta. Y la canción de los 70 se reinventa: "Palo, palo, palo bonito, palo eh... Somos campeones otra vez" envuelve a un Monumental que no para de reír y de cantar.
Saltan y saltan los nuevos campeones. Mayada envuelto con la bandera de Uruguay. Ríe y ríe Gallardo en ese abrazo sentido con cada uno de sus jugadores. Los que estuvieron en la cancha y los que apoyaron. Todos son campeones. Diecinueve años pasaron de la última vez. Por eso, tocarla de nuevo es un imán para todos. Para los jugadores, que la pasan de mano en mano. Y para los hinchas, que aplauden hasta quedarse con las manos rojas... y blancas. No jugó bien River, pero ya no importa. Fue el mejor de América y lo demostró donde y cuando tenía que hacerlo. Entró por la ventana. Pero sale en la foto de todos los diarios porque es el más grande de América. Al menos, durante el próximo año.
"Borombombón, borombombón, el que no salta, abandonó". River no abandonó la fiesta. Sigue hoy, camino a Japón. Y seguirá por meses, al menos hasta el Mundial de Clubes contra Messi y compañía. Bienvenido River al lugar que marca su historia. ¡Bienvenido, campeón!

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