En realidad no estaba en los cálculos de casi nadie. Marcelo Gallardo, un entrenador que apareció con la decisión de recuperar la vieja estirpe de River y sumarle -de paso- un soplo de aire fresco al fútbol argentino, cumplió con una rapidez inédita su misión de dotar a su equipo de un estilo pulcro y eficaz. Ofensivo, contundente. Con el correr de los partidos y después de algún bajón -razonable- del rendimiento tras una larga racha triunfal, modificó levemente su discurso casi fundamentalista, con algunas decisiones pragmáticas. El ideólogo le dejó paso a algunas normas de los entrenadores regulares. Por eso, después de elegir durante un largo tiempo entre Kranevitter y Ponzio para la posición de volante central, única, decidió que jugaran los dos simultáneamente y resignó con eso la función específica de enganche que cumplía Pisculichi, pieza clave de la primera etapa.
La salida de Teo la cubrió con Alario. Mora tenía el puesto seguro para abrir la cancha por cualquiera de los laterales. Y así jugó la primera final en México. La suspensión de Mercado la iba a cubrir con Mammana. Pero el chico se desgarró. Entrará Mayada, el uruguayo comodín esperado un tiempo por él. Pero se lesionaron en Monterrey Mora y Viudez. Allá entraron Bertolo y Martínez. Podía creerse que volverían a estar ellos. Aunque faltaba un delantero real. Lo confirmó a Bertolo. Quedaban el retornado Saviola o Driussi para moverse por afuera. Cavenaghi había quedado detrás de Alario como delantero central. Por eso no estaba en los cálculos de casi nadie. Además, con sus amagos de dejar el club por sus pocas presencias titulares había quedado más postergado. Pero compensó con muchos goles sus escasas apariciones en equipos alternativos.
La salida de Teo la cubrió con Alario. Mora tenía el puesto seguro para abrir la cancha por cualquiera de los laterales. Y así jugó la primera final en México. La suspensión de Mercado la iba a cubrir con Mammana. Pero el chico se desgarró. Entrará Mayada, el uruguayo comodín esperado un tiempo por él. Pero se lesionaron en Monterrey Mora y Viudez. Allá entraron Bertolo y Martínez. Podía creerse que volverían a estar ellos. Aunque faltaba un delantero real. Lo confirmó a Bertolo. Quedaban el retornado Saviola o Driussi para moverse por afuera. Cavenaghi había quedado detrás de Alario como delantero central. Por eso no estaba en los cálculos de casi nadie. Además, con sus amagos de dejar el club por sus pocas presencias titulares había quedado más postergado. Pero compensó con muchos goles sus escasas apariciones en equipos alternativos.
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