martes, 4 de agosto de 2015

Historia secreta de una nueva resurrección de Cavenaghi

Belo Horizonte. Vestuario efervescente. River acaba de golear a Cruzeiro y, en el interior del Mineirao, retumba la felicidad de un plantel que llegó derrotado a Brasil y volvió semifinalista a Buenos Aires. Fernando Cavenaghi es el líder de la comparsa millonaria. Y al borde del éxtasis, cambia de opinión. Deja atrás el deseo de emigrar y le dice a Marcelo Gallardo, entre tanta euforia: “Me quiero quedar, quiero ser campeón de la Copa Libertadores”. Entonces, el Muñeco le manifiesta con su frontalidad habitual: “Mirá que voy a traer tres delanteros y la vas a pelear de atrás. Si aceptás esta situación, bienvenido sea”.
 Cavenaghi titular en la final de River con Tigres por la Libertadores

Udaondo y Figueroa Alcorta. El silencio acompaña el atardecer del domingo en el Monumental. River se toma descanso del fútbol doméstico, pero se entrena pensando en la gran final del miércoles. Ahora es Gallardo el que provoca la charla con Cavenaghi. “¿Querías un partido importante? Vas a arrancar de titular contra Tigres”, le espeta el técnico. “No es un partido importante. Es el partido más importante de mi carrera”, contesta el top scorer de las mil batallas, este Highlanderde O’Brien, el inmortal de la banda roja sobre el pecho blanco. Y ríe.

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Las escenas marcan un antes y un después en la vida de Cavenaghi, el goleador que siempre vuelve. Dos meses atrás, hasta se reunió con Enzo Francescoli para plantearle su necesidad de dejar Núñez y buscar un nuevo rumbo porque sentía que no estaba entre las preferencias de Gallardo. Contaba con una oferta de la Major League Soccer de Estados Unidos y tenía medio pie afuera. Sin embargo, ese triunfo en tierra brasileña lo hizo pensar. Si había dejado todo -incluso un fastuoso contrato en el Inter de Porto Alegre- para salpicarse en el barro del Ascenso, ¿cómo no iba a apostar por el oro continental?
Decidió permanecer Cavenaghi. Y si antes tenía por encima suyo a Teólifo Gutiérrez y Rodrigo Mora, ahora corría detrás de Lucas Alario. Y encima había llegado Javier Saviola, otro hijo dilecto de la cantera, producto del comienzo del Siglo XXI. La peleó el Torito. Acompañó el capitán sin cinta, porque el brazalete quedó en poder de Marcelo Barovero, infaltable bajo los tres palos. Jugó en el equipo alternativo y dejó su huella en las redes rivales. Le pegó cuatro gritos a Atlético de Rafaela y anotó en la victoria ante Colón. Hizo más goles que ningún otro atacante. Y se ganó su lugar en el partido decisivo ante la ausencia del uruguayo Mora.
Sorprendió Gallardo. Cuando algunos medios especulaban con la inclusión de Pity Martínez o Sebastián Driussi como compañero de Alario, confirmó el equipo con la presencia de Cavenaghi. Lo hizo al mediodía, después de una práctica que ni siquiera se pudo espiar porque -al mejor estilo Passarella- mandó a tapiar los ventanales del anillo interno y hasta las ventanillas de los baños del Monumental. Y entregó sus argumentos: “Cavenaghi estaba esperando su partido más importante y no le va a pesar. Está bien, con muchas ganas. Se le presenta una linda oportunidad de jugar la final de la Libertadores. Nos va a aportar experiencia y cuota de gol, sigue teniendo ese olfato dentro del área”. El técnico también reveló los ingresos de Mayada y Bertolo por Mercado y Viudez.
Adorado por los hinchas, convenció al Muñeco. Cavenaghi está en el mejor momento de su tercera etapa en Núñez. Y el domingo, cuando se enteró de que iba a ser titular, al primero que llamó fue a una persona de su círculo íntimo, fanático de River, que se puso a llorar al enterarse de la noticia. “Cuando vos jugás, yo sufro el doble”, le había dicho este amigo incondicional, compañero en las buenas y en las malas. “Entonces, vas a sufrir el doble porque voy de entrada”, devolvióCavegol.
En su sexta participación en la Libertadores, el goleador está ante “su” consagración. Jugó cinco con River y una con Inter de Porto Alegre, equipo que compartió -casualmente- con Rafael Sobis, el delantero brasileño que hoy viste la camiseta de Tigres de México. Fue en 2011, durante la temporada que el equipo gaúcho, campeón de la edición 2010, quedó eliminado en los octavos de final ante Peñarol. Fue el mismo año que River descendió y tocó las fibras íntimas del delantero, quien rompió su vínculo con los brasileños para darle una mano al club que le acelera el corazón. Ese mismo al que sueña volver a transformar en campeón.

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