Dos argentinos, un boleto a las semifinales de la Copa Libertadores. El 0-0
de la Bombonera habilitaba a Boca a pasar con cualquier empate con goles. El
empate en La Boca le daba la chance a Newell's de quedarse con la llave apenas
con un gol. En Rosario, el duelo se planteó desde lo táctico, lo físico, la
influencia (presión) de cada figura sobre el árbitro Germán Delfino; y por
último, el juego.
Faltó juego en el Parque de la Independencia. El 4-4-1-1 que plantó Carlos Bianchi se dedicó a no dejar jugar en el primer tiempo. Caruzzo y Claudio Pérez encima de Ignacio Scocco. Somoza y Erviti para correr a Bernardi y a Maxi Rodríguez. Sánchez Miño con Cáceres, Erbes con Casco; Clemente con Pablo Pérez y Marín con Figueroa. Pequeños duelos, pequeñas sociedades. Nadie arriesgaba un centímetro ni hacía una de más.
Ante la falta de ambición de Boca para atacar, rápidamente Gerardo Martino
ordenó pasar del 4-3-3 a una línea de 3 en el fondo con Diego Mateo entre los
centrales Vergini y Heinze, y soltar a los laterales. Esos tres del fondo tenían
superioridad numérica sobre Nicolás Blandi y Juan Román Riquelme, los únicos
hombres de ataque de la visita.
En ese tablero y con esas fichas, en el primer tiempo pasó poco y nada.
Newell's gozó de la pelota y el terreno, que le cedió su rival. Boca intentó
sorprender de contra y generar alguna falta cerca del área de Guzmán, pero el
local fue muy cuidadoso y no cometió ni una infracción en su campo. En jugadas
de riesgo, el local tuvo dos y la visita una. Apenas un tibio cabezazo de
Cáceres tras un córner y una corrida de Maxi Rodríguez a espaldas de Marín
inquietaron a Orion. Una pared entre Riquelme y Blandi terminó con el toque a
colocar del enganche que se fue lejos del arco de Guzmán. Poquito y el 0-0
conduce a los penales.
El segundo tiempo fue un minuto de furia y después el sufrimiento. Parecía
que Newell's salía a comerse crudo a su rival, pero Boca de a poco se acomodó en
el campo y se adelantó diez metros en el campo para presionar la salida del
local. Un tiro de esquina de Erviti desde la derecha encontró la frente de
Blandi. Era gol, pero salvó Casco en la línea. A los 11, tiro de esquina desde
la izquierda en los pies de Riquelme. Centro, saca Guzmán con los puños. Le
queda de nuevo a Riquelme, un amague, y queda libre. Centro al segundo palo.
Blandi, solo, pone la cabeza y la pelota se estrella en el palo. Increíble.
En la contra, Clemente Rodríguez comete una falta táctica. Delfino lo
amonesta y el lateral va a increparlo. Delfino no duda y lo expulsa. El partido
cambiaba segundo a segundo y después de la roja no cambió más.
Con diez hombres, Boca se aferró al empate. Bianchi decidió jugar sin
delanteros: sacó a Blandi y puso a Nahuel Zárate y la visita pasó a jugar con
dos líneas de cuatro y Riquelme. El Tata Martino intentó mover a su equipo con
un par de cambios. Sacó a Pablo Pérez –amonestado- y mandó a Orzán. Después
ingresaron Tonso y Urruti por Mateo y Figueroa. Boca aguantó y un Newell’s muy
tibio fue en busca de un gol que nunca iba a llegar. Tuvo más de media hora el
local para anotar el gol que le diera la clasificación, pero chocó con un Boca
ordenado y convencido de hacer llegar la definición a los penales. Desde los
doce pasos se jugó otro partido y en ese partido fue Newell’s el que al final
pudo festejar.
Faltó juego en el Parque de la Independencia. El 4-4-1-1 que plantó Carlos Bianchi se dedicó a no dejar jugar en el primer tiempo. Caruzzo y Claudio Pérez encima de Ignacio Scocco. Somoza y Erviti para correr a Bernardi y a Maxi Rodríguez. Sánchez Miño con Cáceres, Erbes con Casco; Clemente con Pablo Pérez y Marín con Figueroa. Pequeños duelos, pequeñas sociedades. Nadie arriesgaba un centímetro ni hacía una de más.
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