El fútbol sufrió ayer un duro golpe y todavía no se recupera de la incredulidad. El ex delantero Alfredo Graciani, que dejó una huella imborrable en Boca durante la década del 80, falleció a los 56 años, en su domicilio, como consecuencia de una insuficiencia cardíaca.
“Yo pongo el dinero. Cuente con eso. Pero le pido un
favor. ¿Me puede decir quién es Alfredo Graciani?”
La anécdota, que muy risueñamente recuerda Carlos Heller
en un libro de próxima aparición sobre el Boca de los 80, resume cómo fue que
el delantero llegó al club de la Ribera en medio de la peor crisis
institucional de su historia. Héctor Maselli, fanático xeneize, representante
de José Luis Rodríguez y mano derecha suya en la empresa Puma Internacional,
convenció al cantante venezolano de invertir en el joven delantero de Atlanta y
cederlo sin cargo a Boca en 1985.
Y Graciani no defraudó. Al contrario. En épocas de vacas
flacas y escasas alegrías deportivas, el número 7 pagó con goles su
contratación. Tanto fue así que aun habiendo dado 5 años de ventaja igual fue
el máximo goleador del equipo en esa agitada década del 80.
“Vamos Boca carajo, hoy comienza un nuevo sueño”, tuiteó
ayer a las 9.28, sin saber que apenas dos horas más tarde un paro cardíaco lo
sorprendería a los 56 años en la paz de su hogar. La noticia de su muerte causó
estupor e incredulidad en el ambiente del fútbol. Sus excompañeros Carlos
Navarro Montoya, Enrique Hrabina, Diego Latorre y Gabriel Batistuta, los clubes
Boca y Racing, y hasta la AFA, entre otros, lo despidieron con sentidas
palabras a través de las redes sociales.
“Todavía no lo puedo creer, en minutos de chatear a no
tenerte más con nosotros. Buena gente, Amor incondicional por Boca, te fuiste
muy temprano Alfredo. Mis condolencias”, lamentó Bati. “Un compañero
fantástico, una persona de bien, tuve el honor de jugar con él”, valoró el
Mono. “Lo voy a recordar con mucho cariño. La vida es un instante y nadie sabe
cuándo es el final. ¡Que tristeza!”, escribió Gambetita.
Su relación con la pelota comenzó bien temprano. Tenía
apenas 9 años cuando se sumó a las infantiles de Atlanta, donde ya jugaban dos hermanos
mayores. Su voluntad y potencia sorprendieron. Tanto fue así que debutó en
primera a una edad infrecuente: 16 años.
El histórico ascenso del Bohemio a la A le permitió a
Alfredo mostrarse ante los mejores equipos y en los estadios más importantes
del país. En aquel 1984 realizó una muy buena temporada en lo individual (el
equipo descendió y jamás volvió a la máxima categoría), y allí fue donde Boca
le echó el ojo. Incluso, antes de ponerse la casaca azul y oro fue su verdugo:
Graciani anotó el 1 a 0 parcial en el triunfo 2-1 de Atlanta en la Bombonera,
la tristemente célebre tarde de las camisetas pintadas con fibrón.
Ya en el club de la Ribera, don Alfredo Di Stéfano lo
ubicó inicialmente como volante por derecha. Pero con el correr de los partidos
se consolidó como delantero, conformando una inolvidable dupla con otro
histórico xeneize: Jorge Comas. Luego, se sumó a ese ataque Jorge Rinaldi: el
tridente Graciani-Rinaldi-Comas está tatuado en la memoria de los mayores de 40
años.
Se dio el gran gusto de ganar dos copas internacionales:
la Supercopa de 1989 y la Recopa 90. Pero esas cosas del fútbol, emigró al
Lugano de Suiza en 1991 y luego regresó a Racing en 1992, y se perdió la
oportunidad de dar una vuelta olímpica que sin dudas merecía disfrutar: la del
Apertura que les puso fin a los 11 años sin consagraciones a nivel local.
De regreso en Boca, sus participaciones fueron más
espaciadas. Relegado por César Luis Menotti, terminó emigrando en 1994. En sus
casi 9 años en el club disputó 250 partidos con la camiseta azul y oro y anotó
83 goles, lo que le permitió escribir su apellido en el puesto 14 entre los
máximos artilleros del club xeneize.
Luego, el amor por la pelota lo llevó a defender los
colores de Deportivo Español, Atlético Tucumán y Argentinos Juniors antes de
volver al Lugano suizo y terminar su carrera en Caracas de Venezuela en 1998,
para finalmente hacer una breve experiencia en el segundo equipo del Miami
Fusion, de la entonces muy incipiente MLS estadounidense.
“Graciani por el gol, Alfredo”, decía Víctor Hugo Morales
por la radio después de cada tanto suyo. El relator uruguayo también lo bautizó
como “El Alfil de Boca”, cuando compartía equipo con Latorre.
En una entrevista reciente con el periodista partidario
Julio Pavoni, Graciani destacaba: “El hincha de Boca me recuerda con mucho
cariño y afecto, porque lo vivo cada vez que voy a la cancha, en cada llamado
que me hacen y en cada entrevista; lo siento todos los días. Soy muy feliz de
haber estado todos los años en Boca, fue lo más importante de mi vida”. Sus
cinco hijos, Franco, Julieta, Valentina, Antonella y Luca, heredaron la pasión
boquense de su padre.
Y en esa misma charla había dejado un deseo para el día
de su muerte: “El día que toque irme, ojalá que me cubran con una bandera de
Boca, como dice la famosa canción”. Seguramente, así será.
Alfredo Graciani pudo haber sido un gran ídolo de Boca.
Por su profesionalismo, su compromiso con los colores y sus goles importantes
(al que más le marcó fue a River, en siete ocasiones) se hubiera cansado de dar
vueltas olímpicas nacionales e internacionales en las décadas anterior y
posterior.
Y aunque el contexto en el que le tocó jugar en Brandsen
805 no fue el ideal, defendió la camiseta azul y oro con amor y con pasión. Por
eso se convirtió en un referente, que marcó a toda una generación, que todavía
no puede creer su pronto adiós.
Las repercusiones
Enseguida se multiplicaron los mensajes en las redes,
entre los dos clubes más representativos de su carrera (Boca y Atlanta) y
compañeros en la entidad xeneize, como Diego Latorre y Carlos Fernando Navarro
Montoya, además de otros clubes del fútbol argentino. Boca escribió: “Boca
Juniors despide con dolor a Alfredo Graciani, delantero que marcó una época en
la década del 80 con sus 250 partidos, 83 goles y 2 títulos. El club acompaña a
sus familiares y amigos en este triste momento. Hasta siempre...”.
El presidente de Boca, Jorge Amor Ameal, lamentó:
“Alfredo Graciani marcó a toda una generación de hinchas de Boca con sus goles
y corridas inolvidables. Esta despedida tan temprana nos duele a todos, pero no
tengan dudas de que será eterno en nuestra memoria. Abrazamos a sus familiares
y amigos”.
Gabriel Batistuta, que compartió cancha con él en 1991,
evidenció su consternación: “Todavía no lo puedo creer, en minutos de chatear a
no tenerte más con nosotros. Buena gente, amor incondicional por Boca, te
fuiste muy temprano Alfredo. Mis condolencias”.
El Colorado Carlos Mac Allister, también compañero en
Boca, mencionó a Radio Colonia (AM 550): “Una persona increíble que se lo va a
extrañar muchísimo. Cuando nos enteramos no entendíamos bien lo que pasaba.
Hace un par de días había hablado con un doctor porque tenía como culebrilla y
un poquito de fiebre”. Mientras que el exdefensor Rolando Schiavi escribió:
“Hasta siempre Murciélago Graciani, gran compañero y persona, fuerzas a su
Familia”.
Graciani experimentó su mayor momento de popularidad en
Boca entre finales de los 80 y hasta 1991, pero luego de un breve paso por
Racing entre 1992 y 1993 (28 partidos y siete goles), volvió al club xeneize,
en donde jugó otros siete partidos-sin conquistas- hasta 1994. Su último logro
a nivel local fue el ascenso con Argentinos Juniors en la temporada 1996/1997.
Los dos últimos años de su carrera los atravesó en Lugano (Suiza) y Caracas FC
(Venezuela), sin mayor suceso.
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