sábado, 24 de abril de 2021

León Morimoto, jugador de Temperley nació en Hawaii y juega en la selección de Guam

De Honolulu, en Hawaii, a Temperley. De la zona Sur del Gran Buenos Aires a Guam, una pequeña isla perteneciente a Estados Unidos en Micronesia, en el Pacífico Occidental. León Morimoto, de apenas 19 años, es un trotamundos. Su sueño, visible, está más que claro: quiere ser futbolista profesional, crecer, progresar en el deporte que ama. Y ahora, el lateral izquierdo -hijo de japoneses- fue convocado para formar parte de la selección de Guam de cara a las eliminatorias para el Mundial de Qatar 2022.

 


La vida de León se fue modificando radicalmente. Cuando era pequeño vivía a escasos metros de playas paradisíacas, le encantaba tocar el ukelele e iba a una escuela privada. Aunque lo suyo no era el surf, un clásico en esas aguas: su obsesión era la pelota de fútbol. Se destacaba entre sus amigos, hasta que a los 14 años un representante lo vio jugar en Strykcer FC, el club más importante de Guam, donde transcurrió buena parte de su infancia. “¿Te gustaría ir a la Argentina?”, lo interrogó.


León viajó 12.000 kilómetros. Sus compañeros no entendían demasiado: “¿Vas a jugar con Messi”?, le preguntaban. El destino inicial resultó Independiente, donde lo probaron y lo sumaron a las inferiores. Tras un año en Avellaneda quedó libre y se mudó a Temperley, donde lo recibieron con los brazos abiertos. “Llegué a la Argentina en 2016 y estoy muy feliz. Aquí tienen a los mejores jugadores del mundo y una técnica incomparable. El fútbol es algo muy especial en mi vida. Te da una sensación que en otras cosas no recibes. Simplemente es algo que me da mucha felicidad. Por supuesto, este camino no siempre es divertido, pero mayormente cuando no es divertido es cuando más aprendo”, explica a LA NACION desde Hawái.

 


La adaptación a Buenos Aires no resultó sencilla, desde ya. Aprendió el idioma -hoy lo maneja a la perfección- y jamás bajó los brazos. “Ya sos medio porteño”, lo cargan sus compañeros. “Vivo en la pensión de Temperley y estoy muy agradecido”, asegura. ¿Cómo son sus días en el Conurbano? “Entreno a la mañana y a la tarde. El año pasado terminé la secundaria, así que ahora estoy mucho más tranquilo. De todos modos, mi idea es seguir estudiando”, afirma.

 


Mientras Morimoto estaba en la cuarta división del Gasolero -a los 18 años firmó su primer contrato profesional- la pandemia de Covid-19 frenó su progresión. Otra vez, y estando lejos de su tierra, todo se hizo cuesta arriba. ¿Pensó en volverse? Jamás. Apeló a la perseverancia. Durante el aislamiento decidió quedarse en la pensión junto con un compañero colombiano, Oswaldo Pacheco. Aprovecharon para ejercitarse en el gimnasio y en la cancha. “Honestamente, no fue fácil atravesar el aislamiento tan lejos de mi familia. Pero la idea de quedarme fue 100% mía. Lo hice porque sabía que podía aprovechar para entrenar y sacar un paso adelante con respecto a los demás. Y fui muy acompañado por los dirigentes y los colaboradores del club”, remarca. Como retribución, el chico ayudaba con la limpieza y el mantenimiento de las instalaciones.

 

 

León -hijo de un ex futbolista japonés- se siente muy gusto en la Argentina. Se adaptó a las costumbres. Le encanta el asado -especialmente las mollejas- y admira a Nicolás Tagliafico, su referente en el puesto. “Me gusta cómo juega. Tiene mucha actitud y se toma todo con responsabilidad. Un día lo vi en un partido en la cancha de Independiente y me emocioné”, revela.

 

Los frutos llegaron una vez que la pandemia permitió el regreso a los entrenamientos. Morimoto fue ascendido a la primera división de la mano de Walter Perazzo y durante varios meses practicó con el plantel principal. Claro, se esfuerza para que un día se produzca su estreno en el primer equipo. “Personalmente, mucho no me gusta usar la palabra ‘sueño’. Pero sí estoy seguro de que mi deseo es jugar en un club que me quiera de verdad. Y hoy, por suerte, me siento muy valorado en Temperley”, dice.

 

 

Lo cierto es que el recorrido exótico de Morimoto, ahora, tendrá una escala muy especial: el seleccionado de fútbol de Guam. Un destino paradisíaco (de apenas 544 kilómetros cuadrados), una isla de 170.000 habitantes, enmarcada por sus aguas azules fascinantes. También, uno de los catorce territorios no incorporados de Estados Unidos, así como uno de sus puntos estratégicos a nivel militar.

 

“Tengo una relación con el capitán de la selección, Jason Cunliffe, y en un momento me comentó que el entrenador Karl Dodd estaba interesado en contar conmigo. Con Jason tuvimos una conversación muy linda y una semana después recibí el llamado oficial del técnico. Estoy muy feliz y es una gran oportunidad para mi carrera”, se emociona Morimoto.

 

 

Actualmente, en el ranking de la FIFA, Guam aparece en el puesto 198°. Forma parte del grupo A en las eliminatorias de la Confederación Asiática de Fútbol. Allí también figuran China, Siria, Filipinas y Maldivas. Guam no tiene puntos y en la segunda ronda ya ha sufrido varias goleadas: 7-0 contra China, 4-0 ante Siria y 4-1 frente a Filipinas. Próximamente, en junio, habrá otra tanda de partidos. Morimoto piensa en los chinos, el gigante asiático. “Me encantaría jugar contra ellos. Es el país más habitado del planeta y la diferencia de habitantes con Guam es enorme. Pero al final, adentro de una cancha, somos 11 contra 11. Todos tenemos la misma cantidad de huesos en el cuerpo. Entonces yo me siento con la ilusión de sacar buenos resultados” sostiene León con una sonrisa.

 

Hawaii, Temperley o Guam. Los desafíos de Morimoto son tan diversos como encantadores. Va de un lado al otro, con apenas 19 años. Ciudadano de mundo. “Creo que estoy bien preparado para lo que me pida el seleccionador de Guam. Aprendí mucho en la Argentina y estoy confiado con que mi manera diferente de jugar le pueda aportar algo bueno al equipo. En definitiva, que sea un aprendizaje mutuo”.

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