Acá, de este lado del Río de la Plata, con más oficio que juego,
Independiente consiguió las tres cosas que se había propuesto: logró su quinta
victoria consecutiva, se clasificó a los cuartos de final de la Copa
Sudamericana y, además, sigue mirando de reojo la próxima edición de la Copa
Libertadores. Ahora, el jueves en Avellaneda -la revancha sera el jueves 8 de
noviembre en Santiago- se las verá con la Universidad Católica de Chile. Pero,
mientras se va de copas, para no irse al diablo deberá prestarle muchísima
atención al torneo local.
Había pasado tanto tiempo desde el partido de ida, casi un mes, que en el primer tiempo pareció que Liverpool e Independiente se habían olvidado hasta del resultado. Aquel 2-1 había dejado al equipo de Avellaneda sin sobrarle nada; y al uruguayo, con la necesidad de ganar. Pero ni el local salió decidido a hacer ese gol que le podría dar la clasificación histórica, ni Independiente quería liquidarlo, con ese esquema, 4-4-1-1, bastante austero. Mancuello no tenía proyección y Fredes no abastecía a Vidal. Tanto que en la primera parte Independiente no tuvo ni una sola llegada peligrosa.
Había pasado tanto tiempo desde el partido de ida, casi un mes, que en el primer tiempo pareció que Liverpool e Independiente se habían olvidado hasta del resultado. Aquel 2-1 había dejado al equipo de Avellaneda sin sobrarle nada; y al uruguayo, con la necesidad de ganar. Pero ni el local salió decidido a hacer ese gol que le podría dar la clasificación histórica, ni Independiente quería liquidarlo, con ese esquema, 4-4-1-1, bastante austero. Mancuello no tenía proyección y Fredes no abastecía a Vidal. Tanto que en la primera parte Independiente no tuvo ni una sola llegada peligrosa.