El día que lo presentaron se formó una ronda de periodistas respetuosos de la distancia de seguridad pero inquietos por formular la gran pregunta del modo más directo posible. Loris Karius escuchó atentamente a sus interlocutores de pie sobre el césped del An der Alten Försterei, el pasado 13 de octubre, cuando la cuestión resonó como un trueno...
–¿Has superado la final de Kiev o temes que aquella noche termine grabada en tu lápida?
Se hizo un silencio dramático y el nuevo arquero del Unión Berlín se esforzó por parecer impasible. “Lo superé hace tiempo”, declaró.
Habían transcurrido más de dos años desde la final Real Madrid-Liverpool en Kiev (victoria merengue por 3 a 1) y lo único que quería saber la gente congregada a su alrededor era si había logrado recuperarse de algo que percibían como una especie de enfermedad incapacitante. La actuación más desastrosa de un arquero en la historia de las finales de la Champions League había sido –y sigue siendo– aquella extraña sucesión de gestos que comenzaron en el minuto 51, cuando quiso pasarle con la mano la pelota a un compañero, pero la pelota pegó en un pie de Karim Benzema y se transformó en el 1-0. Media hora después, con Real en ventaja por 2 a 1, Gareth Bale remató desde 30 metros y el arquero no pudo contener la pelota. Segundo error garrafal y 3 a 1 para el Madrid.